HALLANDO MI SEGURO: LA CABINA
- abece
- 6 jul
- 4 Min. de lectura

ENTRÉ en la cabina pensando en lo que necesitaba pero sin saber qué esperar. Sólo me senté y sentí la presencia: el asiento se amoldó a mi anatomía y el interior se transformó en una nave espacial. Sin prisas, de forma clara, el frente habló: “¿Qué puedo hacer por usted señor?”. El resto escureció y el mundo desapareció. Al menos por un rato…
--. En el trabajo me exigen un seguro de responsabilidad pero, la verdad, no sé por dónde comenzar. No sé qué es eso….
--. Con gusto señor: se trata de un seguro que protege al contratante contra reclamaciones por daños materiales, personales o económicos causados a terceros. Únicamente debe contestar algunas preguntas y en minutos le entrego su seguro.
---. Sí, gracias, dije estupefacto…
En efecto, salí de allí con mi documento, pagado digitalmente y archivado ya en mi celular vía bluetooth, con vigencia para dos años, tiempo que dura mi compromiso profesional actual.
---. Vaya con Dios Señor Valle…
---. Igualmente…, musité distraído por su despedida pero recordé un compromiso y me fui corriendo, ya con otros asuntos en la cabeza.
A la hora de la comida, sin embargo, recordé el episodio del seguro y la despedida de la máquina, ajena supuestamente a asuntos espirituales y celestiales.
Ese día trabajé hasta tarde –etapa de cierre- y me fui a casa sin detenerme en ningún lado. El cansancio me rendía mientras manejaba pero llegué sin contratiempos.
La noche fue otra cosa: No pude dormir, estuve dando vueltas de principio a fin y quedé atrapado en barajas de pesadillas que terminaron fusionándose en una sola.
---. Es su turno Mr. Valle. En qué le ayudo…
---. Qué tal si me ayuda a encontrar la felicidad, je…
---. Con gusto Señor…

Con un tono fuerte y claro, la cabina resumió mi vida y, con precisión, presentó momentos y hechos entre los cuales destacó aquellos relacionados con mi familia y con mis vidas profesional y social.
---. “Tranquilidad para el hogar. Ahora y siempre, la salud de la familia ha sido un rubro básico en el presupuesto del hogar. Pero no es sencillo hallar la mejor solución posible y a veces es un problema…. Incluso todo un laberinto. Un enredo que lleva al desorden, el cual provoca pérdidas económicas. ¿Inevitable? Nooooo…”.
---. ¿Eh? Dije tragando saliva.
---. “Sabía que los padres de familias descuidan a sus hijos, a su cónyuge, sus empresas, sus hogares, su salud simplemente por desidia…”.
---. ¿Perdón?
---. “Sí, sin dudas podré encontrarle las mejores opciones con las mejores primas. Déjeme, antes, mostrarle esta información”:
Sin darme tiempo para contestar, el espacio tomó un carácter cinematográfico multidimensional. La oscuridad me envolvió como una pesada frazada electro acústica que respondía a imágenes que comenzaron a brotar alrededor, rodeándome de manera prácticamente sólida. “Las grandes ciudades son sitios impredecibles y las personas deben lidiar con eso sin remedio. Por fortuna, la vida moderna ofrece herramientas para resguardar aspectos trascendentes como la salud de los miembros de la familia o la educación de los hijos, por mencionar dos temas”.
Como flechas semi invisibles, diferentes asuntos atravesaron mi visión a la velocidad necesaria para entenderla plenamente. Así, ambulancias, camiones de bomberos, celebraciones de vida, fiestas de graduación, brindis y risas, frenéticos bailes y desfiles con intenciones varias me atravesaron una y otra vez mientras un potente y machacante bajo eléctrico empujaba la mirada-oído hacia donde debía…
Mientras, la voz susurraba recomendaciones frías y objetivas, como buenos negocios, sellando muestras gráficas que llenaban mi retina, mi conciencia, mi anatomía, incrementando las sensaciones.
Ya no pude más y decidí aceptar sus consejos pero desperté cuando estábamos por firmar los seguros.
Al día siguiente volví a la cabina temprano, antes de entrar al trabajo. Mi mente aún tenía los datos que soñé horas antes y esperaba resultados satisfactorios.
Después tocaron a la puerta de la cabina: El encargado de la máquina y un policía me miraron perplejos, pidiendo una explicación: llevaba ahí desde la mañana.
Llegué prácticamente de madrugada e intenté entrar desde entonces pero estaba cerrada, “… por configuraciones”.

Lo hice hasta que llegó el técnico, el cual salió de un edificio ubicado
frente de la cabina, al parecer perteneciente a una de esas corporaciones toda en una. Apenas y me miró, abrió el ovoide con las llaves que ya tenía en las manos y entró en él. Las puertas cerraron automáticamente con un fino zumbido. Otro sonidillo, pocos minutos más tarde, anunció la salida del señor, quien regresó aprisa por donde había venido. Sin pensar entré y de inmediato, como en el sueño, a su pregunta formal le respondí lo mismo que yo y esperé.
La Ai de la cabina, sin embargo, quedó en silencio, repitiendo las cuestiones de marca sin intentar siquiera averiguar si había algún producto de los que él ofrecía que me interesara. En vano…
Hasta que, varias horas más tarde, tocaron a la puerta de la cabina los responsables del banco y un par de policías. Uno de ellos, el más veterano, estaba especialmente divertido luego de escuchar mi historia, en la comisaría de la esquina situada opuesta, donde estaba tras el enfado y la demanda del señor oficinista de que me encerraran “al menos un par de días or daños perjurios…”.
Por lo vista tampoco el juez lo tomó en serio, quien ante la frustración del señor de oficina, me dejó ir con una peregrina advertencia: “Vaya con paz y ya no vuelva a secuestrar otro robot jamás por favor…”, dijo y golpeó su mazo de la justicia junto a una sonora risa…
Confundido todavía, dejé el tribunal. Afuera, sin embargo, el policía que había hablado bien de mí con el juez me pasó una tarjeta, diciendo: “Para esas cosas, le recomiendo confiar mejor en las personas…, Llámela, le va a dar justo lo que necesita…”.
Le miré desde las nubes, le sonreí como pude, tomé la tarjeta mirándola al mismo tiempo: BC Seguros Carmen Blanca.
Al día siguiente le llamé y efectivamente, luego de una provechosa plática, obtuve el seguro que necesitaba, mejor que en el sueño incluso…
En la noche de ese mismo día, mientras manejaba de regreso a casa, reflexionaba: “y pensar que le iba a confiar esas cosas a una máquina, vaya…”.




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